Historia de la Semana Santa
Una reseña de lo que ha sido la Semana Santa en Guatemala.
Hablar de la Semana Santa de Guatemala, es hablar de una gran mezcla de creencias y tradiciones, es hablar de la cultura y la identidad de un país que sigue con devoción y conmemora de manera solemne la pasión, muerte y resurección de nuestro Señor Jesucristo.
Al referirnos a la Semana Santa guatemalteca, debemos hablar de tiempos que se remontan a la época de la colonia, desde ese entonces, bellas imagenes, que aún en nuestros días existen, han recorrido y todavía recorren lo que en aquel entonces eran calles empedradas y hoy se hace en la algarabía de la Ciudad Capital, pasando al lado de grandes edificios, mudos testigos de lo que se vive en esa semana, que es esperada por millares de cucuruchos, como el novio espera a su prometida en el altar y una vez se acaba dicha época, empieza de nuevo la espera hasta el año siguiente.
Guatemala inicia Semana Santa con coloridas y masivas procesiones
Con multitudinarias y coloridas procesiones de Domingo de Ramos, los católicos guatemaltecos iniciaron las celebraciones de la Semana Santa, en una verdadera fiesta religiosa que muestra el sincretismo de la nación centroamericana con mayor población indígena.
Aunque la noche del domingo se celebraron en todo el país decenas de procesiones, las más coloridas fueron las de la capital y la de Antigua Guatemala, 45 kms al suroeste.
Cargando imágenes de Jesús el Nazareno sobre enormes andas, miles de feligreses inundaron las calles de las principales ciudades del país.
El domingo se conmemoró la llegada de Jesús a Jerusalén y una de las procesiones mas impresionantes se efectuó por la noche en la capital, representada por un anda donde Cristo monta un burro y que fue cargada, en turnos, por cientos de feligreses, en una tradición de más de 400 años.
En este país donde más de la mitad de los 11 millones de habitantes son indígenas, el ancestral arte popular maya se combina con esculturas monumentales de Cristo, algunas de ellas con más de 500 años de antiguedad y consideradas grandes obras de la plástica colonial.
Coloridas alfombras de aserrín, pintadas con productos naturales, que se extienden en tramos de decenas de cuadras, adornan efímeramente las calles de las ciudades para que sobre ellas pasen las procesiones.
Muchas de esas alfombras constituyen verdaderas obras de arte que en ocasiones llevó varios días crear, desde la elaboración de los diseños y los moldes hasta que son plasmadas las figuras en el aserrín extendido sobre el pavimento.
Las más hermosas alformbras, se asegura, adornan las calles de la colonial Antigua Guatemala. Algunas son tan eleaboradas, que se asemejan a los valiosos tapices persas. Otras tienen dimensiones monumentales, que han llegado a abarcar cerca de un kilómetro.
Las ciudades huelen en estas fechas a incienso, mirra y copal. Notas de música sacra o fúnebre, interpretada por orquestas ambulantes, van dejando su huella en el ambiente al paso de las procesiones.
Casi cada templo católico organiza una procesión a lo largo de la también llamada Semana Mayor.
Son cientos las procesiones que se organizan en todo el territorio en estas celebraciones. Las hay desde las más modestas, como en pequeños poblados, hasta las más espectaculares, que se organizan en la capital y Antigua Guatemala, donde concurren decenas de miles de creyentes.
Pocos países en Latinoamérica han guardado tan celosamente la tradición colonial de la Semana Santa como Guatemala, que ha hecho de estas celebraciones una de las expresiones más profundas de su idiosincrasia, como reconocen intelectuales y lo han dejado testimoniado sus más grandes artistas en pinturas, poesías, libros y partituras.
Lo mítico y lo profano se encarnan en una celebración donde la muerte es venerada con la vida, en la que el luto y la contrición en la fe se combinan con la creación artística, la imaginería guatemalteca, un singular júbilo y festines.
La primera procesión se realizó en la ciudad de Santiago de los Caballeros (Antigua Guatemala) el 10 de marzo de 1543.
La muerte de Jesús es encarnada por esta tradición guatemalteca, la más significativa de esta nación centroamericana, con un sincretismo que mezcló el culto de la muerte prehispánico y el de la colonia, creando la fiesta nacional más profunda.
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